Corpus Hermeticum
Tratado XIII - Trimegisto a su hijo Tat
Discurso secreto en la montaña. Del renacer y de la regla del silencio


 1 - En las "Lecciones Generales", oh Padre, hablaste en enigmas y sin derramar luz al tratar de la divinidad: no revelaste, con la excusa de que nadie puede ser liberardo antes de renacer.
Pero cuando descendíamos la montaña después de tu conversación conmigo, me puse a suplicarte, y como insistía en aprender la doctrina del renacer, porque es lo único que todavía ignoro, me prometiste tramitírmela una vez que ya fuera extranjero del mundo.
Estoy preparado: mis sentimientos han madurado y se han hecho fuertes contra la ilusión mundanal: cumple pues lo que falta de cómo se renace según prometiste, sea de viva voz sea en secreto: ¡Ignoro, oh Trismegisto, de qué matriz nace el hombre y de qué semilla!

2- Hijo mío, la matriz es la Sabiduría comprendida en el silencio, y la semilla es el Bien verdadero.
- Pero ¿quién pone la semilla, Padre? porque estoy muy confundido.
- La Voluntad de Dios, hijito.
- ¿Y cómo es lo que nace, Padre? porque será algo extraño a mí mismo y a mi inteligencia.
- Lo que nace será distinto, será un dios hijo de dios. el Todo en Todo, compuesto de todas los Poderes.
- ¡Me hablas en enigmas, Padre, y no como un padre a su hijo!
- Estas cosas no se enseñan, hijito, pero cuando el Dios quiere, lo hace recordar.

3- Padre, tu me das explicaciones imposibles y de compromiso, y por eso quiero replicarte como corresponde: "Soy un bastardo en la familia de mi padre". ¡Padre, no tengas celos de mí, soy tu hijo legítimo! Expóneme en toda claridad la forma en que ocurre el renacer.
- ¿Qué puedo decirte, hijito? No puedo decirte otra cosa sino que habiendo yo mismo contemplado una visión inmaterial, por la misericordia de Dios, salí de mí mismo y entré en un cuerpo inmortal, y ya no soy el de antes, pero he nacido en la inteligencia.
Esta experiencia no se puede enseñar ni ver con este elemento material con que vemos aquí: por éso ya no me preocupo por aquella forma compuesta que fué la mía: ya no tengo color, ni toco las cosas, ni percibo el espacio, soy un extraño a todo esto.
Me estás viendo ahora con los ojos, hijito mío, pero por más que me estés mirando y me observes no te darás cuenta de lo que soy realmente. No es con esos ojos que se me vé ahora, hijito.
- ¡Me enloqueces, Padre, grandemente y dejas mi alma en completa turbación, porque a esta altura ya ni yo mismo me percibo!
- Ojalá, hijito, que tú también salgas de tí mismo como los que sueñan en el sueño, pero tú sin dormir!
- Pero dime ésto ahora: ¿quién es el operador que obra el renacer?
- El hijo del Dios, el mismo y simple hombre, por la voluntad divina.
- Ahora sí, finalmente, me has dejado mudo de asombro. Yo he perdido mis sentidos comunes y sin embargo te veo siempre con la misma estatura, Padre, y con la misma forma exterior.
- En éso te equivocas: pues la forma mortal es día a día diferente: cambia con el tiempo, aumenta o disminuye, y así engaña.
- Pero ¿qué es verdad entonces, oh Trismegisto?
- Lo que no está corrupto, hijito, lo que carece de límites, lo que no tiene colores, ni forma, lo inmóvil, desnudo, brillante, lo que no puede captarse sino en sí mismo, el inalterable Bien, lo Incorporal.
- Realmente, Padre, ¡estoy enloquecido! Porque creo que me has hecho sabio, pero la percepción de mi pensamiento está embotada!
- Y así es como ocurre, hijito mío. Porque el fuego sube, la tierra cae, el agua es húmeda, el aire sopla... pero ¿como habrías de percibir por el sentido lo que no tiene dureza, ni humedad, lo inasible, lo impenetrable, lo que sólo se puede concebir por su poder y su energía, lo que requiere la capacidad de entender lo que es nacer en dios?

7- ¿Es que yo no la tengo, oh padre?
- Que no sea así, hijito, atráela a tí y vendrá, quiérela y será. Reprime los sentidos del cuerpo y se producirá el nacimiento de la divinidad, purifícate del castigo irracional de la materia.
- ¿Es que tengo un verdugo en mí mismo, oh padre!
- Y no pocos, hijito, sino temibles y muchos.
- Dímelo, padre.
- El primer castigo, hijito, es la ignorancia, el segundo la tristeza, el tercero la intemperancia, el cuarto el deseo, el quinto la injusticia, el sexto la ambición, el séptimo el engaño, el octavo la envidia, el noveno la traición, el décimo la cólera, el undécimo la precipitación, el duodécimo la maldad. Son doce en número, pero en cada una hay otras muchas, hijito, que a través del cuerpo prisionero obligan a sufrir, sensitivamente, en lo interior del hombre. Se alejan, aunque no todas juntas, de quién se apiada Dios, y así se funda el modo y el sentido de la regeneración.

8 Ahora, hijito, calla y mantente en piadoso silencioso, que así la misericordia de Dios no se detendrá para nosotros. Ahora alégrate, hijito, que se renuevan y purifican los Poderes de Dios para que se reunifiquen los miembros del Nombre.
Viene a nosotros el conocimiento de Dios, y al venir, la ignorancia es arrojada afuera.
Viene a nosotros la experiencia de la alegría, y a su llegada, huirá la tristeza hacia los que la puedan recibir.

9 Después de la alegría, llamo al poder de la moderación. ¡Oh poder delicioso! démosele, hijito, la más benevolente acogida. ¡Mira cómo desde su llegada ha rechazado a la intemperancia!
En cuarto lugar llamo ahora a la constancia, el poder que se opone al deseo.
El próximo escalón, hijito, es el pedestal de la justicia. Mira cómo, sin juicio, arroja a la injusticia. Y ella ausente, hijo mío, nos hallamos justos. LLamo a nosotros, en sexto lugar, a la que lucha contra la ambición, la fraternidad.
Fuera la ambición, llamo entonces a la veracidad: fuera el engaño, nace la veracidad. ¡Mira cómo el Bien alcanza su plenitud cuando llega la Verdad! Porque la envidia se ha alejado de nosotros, y el Bien sucedió a la Verdad, y también Vida y Luz, y ya no estamos amenzados por ningún castigo de la Tiniebla, que se han ido volando con fragor de alas.

10 Conoces, pues, hijito, el modo de la regeneración. Cuando sobreviene la Década, hijito mío, se concluye el nacimiento intelectual, la Duodécada es expulsada y el nacimiento nos diviniza. Porque el que, por la misericordia, acepta el divino nacimiento, se percibe a sí mismo con estos poderes y se llena de alegría.

11- ¡Oh padre, el Dios me ha hecho inquebrantable! Me represento las cosas que veo, no con los ojos sino con la energía intelectual lograda por los poderes. ¡Estoy en el Cielo, en la Tierra, en el agua, en el aire; estoy en los animales, en las plantas; en el vientre, antes del vientre, después del vientre, estoy en todas partes! Pero dime algo todavía: ¿Cómo es que los castigos de la Tiniebla, siendo doce en número, son rechazados por diez poderes? ¿Cómo se realiza, oh Trismegisto?

12 -Este escenario del que hemos salido, hijito, consiste en el círculo zodiacal que está, a su vez, compuesto por el número de los doce seres, que son de una única naturaleza, y signos de todas las formas, para perdición del hombre. Entre ellos hay algunas parejas que en la práctica son como uno sólo - la cólera y la precipitación, por ejemplo, son inseparables - o imposibles de distinguir. Por donde, hablando con corrección, es bien posible que doce abandonen, que los diez poderes, es decir la Década, las expulsen. Porque la Década, hijito mío, engendra el alma: pues Vida y Luz son uno, allí nace el número de la Unidad, del Espíritu. Por consiguiente y según la razón, la Unidad contiene a la Década, y la Década a la Unidad.

13 - ¡Padre, veo el Todo y a mísmo en la Inteligencia!
 - ¡Ese es el renacer, hijito, no más percibir en forma corporal tridimensional!, logrado durante estos discursos acerca de la regeneración, que he consignado por escrito para que no induzcamos al error sobre el Todo a la multitud, hacia aquellos que el Dios mismo quiere.

14 - Dime, padre, este cuerpo nuevo formado por los poderes, ¿puede tambier sufrir la disolución?
- ¡Corríjete y no digas cosas imposibles! Porque faltarías y el ojo de tu mente cometería un sacrilegio. El cuerpo sensible de la naturaleza está lejos de esta generación esencial. Uno es disoluble, el otro indisoluble, uno es mortal, el otro inmortal. ¿Ignoras que, como yo, has nacido dios e hijo del Uno?

15 - Quisiera, oh padre, el himno de alabanza que tú dijiste haber oído de los Poderes cuando estuviste en la Ogdóada.
- Como la Ogdóada predijo a Poimandres, así justamente te apresuras a destruir el escenario, porque ya estás purificado. Poimandres, la Inteligencia Suprema, no me trasmitió nada más de lo que yo he dejado escrito, pues sabía que, por mí mismo, sería capaz de entender todas las cosas y de escuchar lo que yo quisiera, y ver todas las cosas, y me confió la misión de hacer el bién. Por éso, en todas las cosas cantan y celebran los Poderes que están en mí.
- Anhelo, padre, oirlo y quiero comprender todo.
- No digas más nada, hijo mío, escucha la alabanza armoniosa, el himno de la regeneración, que consideré que no era conveniente manifestarlo abiertamente sino a tí, al fin de todo. Porque no es algo que se enseña, sino que se oculta en silencio. Así entonces, hijito, de pié, al aire libre, vuelto reverente hacia el viento del sur, hacia la puesta del Sol en su camino, adora. Y hazlo también al amanecer, vuelto hacia el viento del Levante. En silencio, hijito mío.
 
HIMNODIA SECRETA - FORMULA IV
17 " Que toda la Naturaleza del Mundo preste oídos a este himno.
¡Abrete Tierra, soltáos cerrojos de la lluvia,
Arboles, no os agitéis!
Porque voy a cantar un himno al Señor de la Creación, al Todo, al Uno.
¡Abríos Cielos, detenéos Vientos!
Que el Círculo, inmortal, de Dios atienda mi palabra.
Pues voy a cantar un himno al Constructor de todas las cosas,
Al que hincó la Tierra y suspendió los Cielos,
Al que ordenó al Agua dulce salir del Océano y regar la tierra habitada y la deshabitada, para que todos los hombres se alimenten y vivan,
Al que ordenó al Fuego que se manifestara para toda utilidad de dioses y de hombres.
Ofrescámosle todos juntos esta alabanza, al que vuela por arriba de los Cielos, al Constructor de toda la Naturaleza.
El, el Ojo de la Inteligencia, acepte la alabanza de mis poderes.

18 ¡Poderes que habitáis en mí, cantad al Uno y al Todo!
¡Conmigo todo los Poderes que están en mí!
Sublime Conocimiento, iluminado por tí, por tí celebro la Luz espiritual en espiritual alegría.
¡Poderes todos cantad conmigo!:
Ven, moderación, canta conmigo.
Ven justicia mía, canta al Justo en mí.
Ven fraternidad mía, canta al Todo en mí.
Cante la verdad, la Verdad.
Cante el bien, el Bien.
Vida y Luz, es de vosotras que viene y es a vosotras que va esta alabanza.
Gracias Padre, energía de los Poderes,
Gracias Dios, fuerza de mis energías: Tu Nombre te canta himnos en mí,
Por mí, recibe el Todo por el Nombre, como ofrenda racional.

19 Esto es lo que claman en mi los Poderes: cantan al Todo, cumplen tus deseos, tu Voluntad, que de Tí viene y a Tí retorna,
Tú, el Todo.
Recibe de todas las cosas la ofrenda racional: el Todo qu está en nosotros: ¡Vivifícalo, Vida, ilumínalo Luz, Espíritu, Dios!
Porque de tu Nombre, la Inteligencia es el pastor,
¡oh Creador, oh conductor del Espíritu!

20 Tú eres Dios.
Esto es lo que tu hombre, el que te pertenece, clama, por y a través del Fuego, del Aire, de la Tierra, del Agua, del espíritu, de todas tus criaturas.
Por Tí encontré la alabanza digna del Siglo y obtuve mi deseo, por tu voluntad, el descanso, pues vi cumplida, por tu deseo, esta alabanza."

21- ¡Oh padre, la he depositado y la conservo en mi mundo!
- Dí "en mi mundo espiritual", hijito.
- En el espiritual, padre. Tengo poder. Con tu himno y con tu alabanza, mi mente ha quedado llena de luz. Más aún, de mis propios sentimientos, ofreceré yo también una alabanza al Dios.
- ¡Pero no improvises, hijo!.
- ¡Padre, diré lo que en la inteligencia estoy viendo!
A Tí, principio generador de toda generación, yo, Tat, elevo a Dios mis ofrendas racionales.
¡Oh Dios, Tú el Padre, Tú el Señor, Tú la Inteligencia recibe de mí las ofrendas recionales que deseas, porque es por tu Voluntad que todo se cumple. "
- Hijo mío, ofrece una ofrenda agradable al Dios Padre de todas las cosas. Pero agrega siempre, hijito, "por el Nombre".

22 - Gracias, padre mío, por tus consejos de la oración.
- Me congratulo, hijito, que por la Verdad hayas producido buenos frutos, una cosecha inmortal. Habiendo aprendido estas cosas de mí, prométeme el secreto de esta virtud, que a nadie, hijito, revelarás la forma de trasmitir la regeneración, para que no vengamos a ser divulgadores.
Y ahora basta, ambos estuvimos ocupados, yo hablando, tú escuchando. Espiritualmemte, ya te conoces a tí mismo y conoces al Padre, el nuestro.