CAPITULO PRIMERO
La prestación a su majestad Católica Majestad:
Habiendo cumplido con el mandato de V. Majestad en hacer ciertas curiosidades
que se contienen en aquella parte de la filosofía natural que se dice
Química, me pareció expediente hacer más amplia demostración
del celo y afición que debo a la persona real de V. Majestad presentando
este breve tratado en el cual se tocan los verdaderos efectos de este arte,
y se ponen algunas observaciones en las cuales (como el oro se prueba con
el toque de la piedra) así se diferencian los buenos y sabios filósofos
de los falsos sofistas, engañadores de los cuales hay gran número
en esta nuestra era.
Esta noble arte en tiempo antiguo fue tan estimada que se ampararía
del escudo y protección de reyes y príncipes poderosos, y entre
ellos hallo dos de los antecesores de V. Majestad muy aficionados a esta secreta
ciencia: Felipe, Duque de Borgoña, y Roberto, Rey de Nápoles.
El Duque, habiendo alcanzado la perfección de ella, fue tan rico, y
de tanto dinero y joyas, que con su prudencia, valor y riqueza en su tiempo
fue tenido estimado por el terror de todos los reyes de Europa, y aun mantuvo
tal tela contra el Rey de Francia no embargante que entonces era el más
poderoso Rey de la cristiandad que le forzó a que le acompañase
al cerco que puso a la ciudad de Lieja y en el asalto, entrando el Rey a vueltas
de los demás soldados ordinarios, gritaba, en compañía
de ellos, Viva el Duque de Borgoña, como se cuenta en las historias
de Flandes de los valerosos hechos de este famoso Duque.
Y hay algunos que son de opinión, y no sin alguna probabilidad, que
instituyó la orden del Toisón por el bien afortunado suceso que
tuvo en alcanzar la perfección de este arte, y hay autores graves de
opinión que la fábula poética del vellocino dorado no
fue otra cosa sino que esta secreta ciencia estaba escrita muy a clara y sin
alguna figura oscura en un libro que estaría encuadernado en cuero de
carnero, y que Jasón, curioso del arte, trató de amores con Medea
la cual hurtó el libro a su padre y lo dio a su enamorado, con lo que
Jasón alcanzó gran riqueza.
Empero, lo que más que otra cosa verifica la historia es que el mismo
Duque escribió un sabio y sustancial tratado en el cual confiesa haber
obtenido el señorío de ella, no está impreso dicho libro,
mas hállase en París, manuscrito en la librería de los
Reyes, del cual he visto una copia, entre los notables libros que tiene Ernesto
Príncipe Elector de Colonia, de esta curiosa ciencia.
Roberto, Rey de Nápoles, fue enseñado en esta misma ciencia del
muy famoso filósofo Raimundo Lulio, natural de Mallorca, como parece
por diversos tratados que Raimundo dedicó al mismo Rey.
Y en la misma manera podría muy de corazón desear que V. Majestad
tuviese (si ya no tan profundo filósofo como Raimundo, pues en esta
nuestra era no se puede hallar) a lo menos un sabio y curioso escudriñador,
el cual apartase algunas provechosas perlas de las sabias obras de este tan
famoso autor, y que emplease su talento en servicio de V. Majestad cuyo real
celo por todo el mundo se sabe, no es otro que con todo su poder y riqueza
mantener la cristiandad, oprimir la infidelidad, defender la religión
Católica, destruír a los abominables Luteranos, y Calvinistas,
pelear por Dios, y contra el diablo, y para que V. Majestad pueda entender
los efectos verdaderos de esta estimada arte, y ver las falsas prácticas
de los engañadores que andan de tierra en tierra procurando si pueden
con sus grandes promesas engañar a los príncipes poderosos, hallo
que era parte de la obligación que debe a V. Majestad, tratar del uno
y de lo otro en este librito, huyendo de toda prolijidad, a causa de los graves
y continuos negocios de V. Majestad usando de tal brevedad que antes de luz
que cause, oscuridad, al lector, en San Lorenzo del Real a 25 de Septiembre
de 1593.
CAPITULO SEGUNDO
Del nombre del Alquimia, y del primer efecto que hace en componer medicinas
que solamente curan enfermedades humanas Entre diversas opiniones de diversos autores hallo ser inverosímil
que esta palabra griega, Quimia, de derive del verbo griego cheo
que significa fundir, por cuanto los chimistas son forzados a trabajar
en fundir los metales y minerales para su mejor preparación,
y de aquí parece que este arte química tomó el
nombre, a la cual los árabes añadieron su artículo
al, y así de quimia hicieron alquimia, significando ambas
palabras una misma cosa. El efecto cumplido que ésta promete
y puede cumplir consiste en tres puntos: el primero en hacer medicinas
solo para la salud humana; el segundo, para en medicinas que sirven
solo para quitar y limpiar las enfermedades de los metales.
El tercero y último, en componer una medicina que así para curar
las enfermedades humanas , como las metálicas, y este es el más
principal de los tres.
Los que siguen la primera parte ponen todo su trabajo en las destilaciones
(y extracciones de hierbas, de gomas, de piedras preciosas, de minerales como
vitriol, como azufre, antimonio o semejantes, y amen la extracción de
metales como oro, plata y los demás cinco metales.
Los efectos notables de estas destilaciones y extracciones hacen en sanar las
enfermedades del cuerpo humano, y en conservarlos en salud, no solamente se
trata en los cinco libros de los filósofos, mas en este nuestro tiempo
es notablemente notorio en las partes de Europa, donde de ordinario se usan
como en Italia, Francia y especialmente en Alemania, y la experiencia muestra
que con esta medicina sanan muchas enfermedades que por la vía ordinaria
son incurables, o casi imposible de curar, como la gota, la piedra, colicapasión,
consunción, cuartanas, la hidropesía, la lepra y el mal francés,
y otras muchas largas y continuas enfermedades, y para probar esta mi aserción
no quiero usar al presente de otro testimonio que el de Andrés Mathiolo
como testigo (valiéndome del término de los abogados)omni excepción
y mayor, este autor ha sido uno de los más famosos médicos que
ha habido en nuestro tiempo, digo de la misma escuela que Galeno, Hipócrates
y Avicena, y siendo médico de esta profesión no se puede pensar
que haya escrito las palabras que alegó con pasión, y así mismo
ha hecho una declaración sobre Dioscórides con muy exquisitos
comentarios, que los sabios estiman en mucho sus palabras. Son estas en cierta
epístola que es de Ferdinando, Archiduque de Austria:
Andrés Mathiolo. Libro de Epístola sobre Asuntos Médicos.
Lyon. 1564: Puedo con verdad testificar que ningún médico
debe estimar por absoluto ni perfecto; aún digo más: que no se
ha de recibir por mediano médico que no sea práctico en la muy
noble ciencia de la destilación, y aunque loa efectos de la destilación
se pueden ver en otras enfermedades, y principalmente son claros en las que
llaman Mor bichionin, en las cuales toda la sangre del cuerpo humano se corrompen
por todas las venas como si estuviesen atrapadas con raíces, y simientes,
de donde proceden otras muchas enfermedades, no se puede disminuir ni curar
sino con remedios sacados de los metales. Estas son las palabras a la
letra de Mathiolo, las cuales deseo que considerasen con diligencia los médicos
que no solamente ignoran la destilación que este famoso médico
tanto encarece, mas son contrarios y repugnen a la extracción de los
metales que tanto alaba el dicho Mathiolo.
Y por cuanto he discurrido largo en este primer efecto en otros libros míos
que he presentado a V. Majestad, no será necesario en este breve tratado
extenderme en tratar estas medicinas.
CAPITULO TERCERO
Del segundo efecto que consiste en una medicina que cura solamente las enfermedades
de los metales y de la posibilidad de este efecto. El segundo efecto consiste, como he dicho, en hacer una medicina
que cure solamente las enfermedades de los metales. Porque algunos
sabios autores son de opinión que los cinco metales imperfectos
(que son azogue, plomo, estaño, cobre y hierro) están
inficcionados en sus minas con algunas calidades corruptas, y que
un metal difiere del otro no de otra manera que un cuerpo sano de
un enfermo, y así como aplicando una medicina a un cuerpo
leproso, se purifica y sana, evacuando el mal y suciedad que tenía,
así mismo cuando una medicina apta y propia se echa sobre
un metal impuro, las calidades corruptas con que está aficionado
se le quitan de suerte que el tal metal lo atraen a la pureza de
la plata o del oro conforme a la propiedad y operación de
la medicina, de manera que por esta opinión que no es del
todo improbable tornar cualquier de los metales imperfectos en plata
u oro no es por vía de transmutación, mas antes por
vía de purificación, que es a decir que la sustancia
del metal no se muda ni trueca si no que las calidades se mudan y
alteran, como un cuerpo enfermo tiene la misma sustancia que un cuerpo
sano, y cuando se le quita la enfermedad no hay alteración
de sustancia sino de calidad y otros accidentes.
Otros famosos autores tienen contraria opinión y afirman que los metales
son de diferente especie el uno del otro, y que no es accidental alteración
sino una verdadera y esencial transmutación tornar un metal en otro,
mas esta contienda quiero dejar para las escuelas. En esto acuerdan generalmente
todos los filósofos químicos que los cinco metales imperfectos
se pueden convertir en plata u oro difieran en cuanto quisieran el uno del
otro, como vemos cada día por experiencia que no es embargante que el
fuego y el agua son tan contrarios elementos, con todo se pueden por sus grados
convertir el uno en el otro. Porque la llama se convierte en humo, el humo
en aire, y este aire resolviéndolo se torna en agua y así mismo
enseña la experiencia, que las raíces (y cenizas) con grande
decocción de fuego se tornan en vidrio, y aún los mismos metales
se pueden vitrificar, como vemos cada día que con plomo convertido en
vidrio los olleros vidrian todo género de vasos y yo mismo he tornado
muchas veces plata en vidrio, y en menos tiempo de un cuarto de hora este mismo
metal se puede reducir hasta una cierta sustancia como cera negra, así en
blandura como en su facilidad en fundir, y después ni este vidrio, ni
la sustancia que parece cera se puede jamás tornar o reducir a metal
enteramente por ningún arte. La experiencia asimismo verifica que siendo
el oro un cuerpo tan fijo y sólido, bastante ha sufrir toda prueba de
fuego, esto no obstante, se puede reducir a un licor potable del cual jamás
se puede tornar a reducir en oro, como se puede ver en dos suertes de oro potable
que he enseñado a V. Majestad y por su orden enseñado a fr. Francisco
Bonilla.
Y que un metal se pueda convertir en otro Paracelso lo prueba manifiestamente
porque dice que cierta agua mineral de Caparrosa que hay en Alemania que los
moradores cerca de ella están acostumbrados a echar dentro de dicha
agua planchas delgadas de hierro, y dejándolas allí algunos meses
las hallan después convertidas en cobre, esto cuenta como cosa muy notoria y
sabida en Alemania.
Y que el cobre se pueda convertir en plata yo he visto la experiencia catorce
veces en la ciudad de Londres el año 1578, y con brevedad y verdad contaré la
historia como pasó. Un criado mío llamado Daniel tenía
amistad con un mancebo inglés cuyo nombre era Garnet. Este dijo a Daniel
que si podría vender seguramente lo que él le daría, que
le haría rico, Daniel le aseguró que sí podía,
y que lo haría, y así ambos fundían cobre de noche tornándolo
en plata, el Daniel la vendía entre los plateros de Londres. Esto duró cinco
o seis días, y Daniel, con el consentimiento del otro, me contó lo
que pasaba, y al fin, en mi servicio, en mi presencia convirtió con
cierto polvo blanco catorce diferentes veces cobre en plata finísima.
Con esta tan manifiesta experiencia quedé convencido habiendo hasta
entonces sido de opinión que era imposible lo que el arte prometía,
y cierto que esta evidente prueba fue el primer motivo por el cual me moví a
poner y aplicar mi entendimiento, y de emplear parte del tiempo en el estudio
y práctica de esta secreta ciencia.
Verdad es que este dicho Garnet no quería convertir de un vez que hasta
una onza o media de cobre en plata, a la fin con examinación estrecha,
hallé que era un perdido y un engañador, porque no sabía
hacer la medicina, sino que había hurtado una cantidad de ella a un
clérigo viejo católico que habitaba en la parte norte de Inglaterra
que poco después según me informaron murió.
En el año 1590 en ocho de octubre un mercader flamenco llamado Francisco
Vanguel, que de presente reside en León de Francia, vino a Lieja con
propósito de conocerme y tratarme, el cual me dio u grano de peso de
un cierto polvo rojo que echándose sobre una onza de azogue que estuviese
en fuego grande de carbones encendidos, en espacio de dos años se convirtió todo
en oro purísimo, y tan fino y bueno como podía ser, este mercader
flamenco habíahabido este polvo de un de un su amigo que era el autor,
cuyo nombre, nación ni vivienda no quiso decir, ni lo dijera l por todo
el bien del mundo siendo como él decía, juramentado al tenerlo
secreto.
CAPITULO CUARTO
Del tercer efecto que consiste en hacer una medicina que cure las enfermedades
de los cuerpos humanos y de los metales y una breve declaración de las
cuatro suertes de fuego que usan los filósofos en sus obras. El tercer efecto consiste en hacer una medicina que cure las enfermedades
humanas y metálicas el cual efecto así como es mayor
en provecho, lo es también el mayor en dignidad. La razón
de estos diferentes efectos procede de la diversidad de los fuegos
con que los filósofos hacen sus medicinas, los cuales fuegos
dividen en cuatro suertes: la primera, elemental, que consiste de
leña carbón, y de semejante materia combustible; la
segunda llaman fuego natural, por el cual cualquier cosa se conserva
en su ser; el tercero se dice fuego contra natura, el cual es violento
porque destruye toda naturaleza; el cuarto es el fuego compuesto
que consiste en una mixtura hecha del fuego natural y contra natura.
La medicina hecha con el fuego contra natura o el fuego compuesto
es el que he dicho en el capítulo precedente, la cual, aunque
es medicina para los metales es ponzoña para el cuerpo humano
por razón de fuego contra natura con que está mezclada,
y así el oro (aunque corruptam), que con esta medicina se
hace, se dice vulgarmente aurum alchimicum habiéndose antes
de llamar auru alcuinicum, tomado la apelación de un filósofo
antiguo llamado Alcuinus, que fue el primer inventor de este género
de medicina, y porque ya he discurrido de esta medicina y materia
largamente en un tratado que compuse en latín intitulado Apología
del Arte Química, en éste no me alargaré más.
CAPITULO QUINTO
Cómo se conocerá el verdadero filósofo y se diferenciará el
sofístico burlador, si no promete que esperanzas y su trabajo para hacer
y acabar las sobredichas medicinas.
Por cuanto hasta ahora he tratado de la filosofía y de su estima y valor,
síguese ahora que yo dé algunas señales para por ellas
poder diferenciar al buen filósofo del malo.
Es a saber que el que ofrece su servicio tocante a estos magisterios a un rey,
o a cualquier otro potentado, u ofrece solamente su trabajo con esperanza de
que cumplirá y acabará la obra, u ofrece la obra cumplida y acabada,
si presenta solas esperanzas, y su trabajo, la parte a quien lo tal se ofrece
ha de evitar dos extremos, el uno, que no sea demasiado crédulo, y el
otro, que no sea demasiado incrédulo. Los que son en extremo crédulos
hechan mano de cualquier remendón que sabe charlar del arte, no ponderando
los fundamentos sobre que obra, y así perdiendo tiempo y dinero, y a
la fin se hallan burlados.
Otros, al contrario, son tan incrédulos que se aseguran que es imposible
hacer ni cumplir tales cosas, como en el arte promete: y como puede ser que
por esta vía se libren de los engaños de los falsos burladores,
también alguna vez pueden menospreciar las verdaderas experiencias de
los filósofos sinceros y bien intencionados, cuya oferta, si se hubiera
aceptado, pudiera ser que hallaran el provecho que les prometía.
Por tanto, así como es resolución atrevida echar mano de cualquier
juguete que se ofrece, no es asimismo cordura menospreciar todas las cosas
que de primera faz no podemos alcanzar ni concebir. Porque si Colón
no fuera creído o puesta en efecto su oferta por algún príncipe
sino menospreciado de todos, claro está que hasta ahora las indias estuvieran
por descubrir.
Para hallar senda por medio de estos extremos de credulidad e incredulidad,
la primera cosa que se debe considerar es la vida del filósofo, porque,
si es dado a vicios, poca esperanza se puede tener del buen suceso de sus obras.
pongo esta señal no como infalible o necesaria, sino como una conjetura
probable, porque malos y viciosos hombres pueden bien venir a alcanzar la posesión
de esta joya filosófica, como se ve que muchas veces perversos y malos
son muy más ricos que los buenos y virtuosos y no es consecuencia de
que cada persona buena y virtuosa haya de tener próspero suceso en este
magisterio y obra, séase cuanto este señorío es un don
especial de Dios es más aparente cuando un filósofo cristiano
se da al servicio de que progresar mejor en la obra que tomara entre manos,
que no el que se da a vicios, y por esto, George Ripleo, filósofo inglés
y santo monje dijo muy bien: si un hombre vive virtuosamente, fíjate
mejor en su filosofía.
La segunda es que consideremos si el filósofo entiende la filosofía,
y cierto que si no la sabe y entiende muy bien que es dinero perdido lo que
con él se gastare, considerando que son estas medicinas que digo, las
del segundo y tercer género son los más profundos misterios que
hay en toda la filosofía natural, y por tanto cómo podrá ser
que un ignorante con solo discurso natural y su propia industria venga a alcanzar
tanta perfección, y así consideró bien este punto el mismo
Ripleo respondiendo a los ignorantes lectores que culparan los filósofos
por escribir tan oscuramente ciertas palabras, los ignorantes culpan a los
filósofos, mas ellos deben ser culpados que no siendo letrados tratan
de filosofía.
La tercera es que, si el filósofo pide para obrar las dichas medicinas
del segundo y tercer género materiales que valgan mucho dinero, se puede
asegurar o que su intención es de engañar o su ciencia es muy
poca, y en esta observación la mayoría de los hombres se engañan,
porque sin duda alguna con muy pocacosta se puede hacer, al segundo y tercer
efecto de esta parte de natural filosofía, y la primera parte que consiste
en hacer medicinas para la salud humana, así como es más trabajosa
a causa de tantas medicinas particulares, también es muy más
costosa que las otras dos partes; por tanto, la común opinión
de las más personas es muy errónea, suponiendo que no se puede
acabar no obrar estas cosas sino con millares de ducados, y por esta falsa
opinión muchos consumen sus haciendas y bienes, donde en verdad el magisterio
consiste en mucho saber y poco dinero y no en mucho dinero y poco saber, y
así los filósofos avisan a sus discípulos en diversos
lugares de sus libros que en sus obras excusen los grandes gastos y costas
como cosa no necesaria.
La cuarta es que se observe y tenga en cuenta si el filósofo en la operación
de la segunda y tercera medicina (que de estas dos trato principalmente en
este lugar) obra con yerbas o con vino vulgar, o aguardiente o tales vegetales,
o si pide materiales que con gran dificultad, y en pocos lugares del mundo
se pueden hallar; si esto hace es señal evidente, o que es ignorante
o que pretende engañar, porque ciertamente puedo asegurar y afirmar
a V. Majestad que el sujeto verdadero sobre el que todo filósofo ha
fundado sus obras está en todas partes, y no es de mucho valor, y aunque
Raimundo Lulio y otros llaman a la materia con que obran vino o aguardiente,
con todo no se entiende el vino o aguardiente común, sino otra agua
más cercana y connatural a los metales que llaman ellos ÑVÂș vino
rojo, y vino blanco producido de una...(laguna en el texto).. siendo blanco
o rojo conforme al tártaro blanco o rojo que contiene, y quien quiera
que trabaje en esta práctica sin conocer perfectamente y manejar este
vino y tártaro jamás podrá alcanzar el deseado efecto,
gaste cuanto dinero y tiempo quisiere.
CAPITULO SEXTO
Cómo se conocerá si el que promete de sí mismo que tiene
las sobredichas medicinas hechas y acabadas es filósofo verdadero y
sincero o algún burlador.
Las cuatro sobredichas observaciones parecerán suficientes para descubrir
si el filósofo que ofrece sus servicios y da esperanzas se debe aceptar
y estimar, más si se ofrece alguna cosa real y acabada. Las observaciones
siguientes con mucho cuidado se deben guardar.
La primera se debe examinar y procurar de saber si sabe él mismo de
hacer la tal medicina realmente, porque hay algunos burladores que dan a entender
que tiene la medicina hecha, y cuando se viene a averiguar la verdad, se descubre
o no la tener, y si la tienen no ser suya. Para apurar esto, el mejor modo
que se puede tomar es pedirle alguna parte de la medicina hecha, y hacer alguna
prueba en su ausencia, o que no toque cosa (si estuviese presente) de las que
pertenecen al hacer la prueba, lo que si niega o se excusa por alguna manera
se puede presumir de falsedad en su proceder y que no tiene la medicina. Porque
algunos de estos burladores tiene crisoles (u otros vasos de fundir) con dos
suelos, el primero muy delgado con un agujero muy pequeño por el cual
echan limaduras de oro con que hinchen lo que hay entre el suelo y el otro,
y tapándolo con cera, de suerte que, cuando vienen a hacer la proyección,
consienten que cuales quiera otras personas echen en su vaso la cantidad de
azogue que dice ser necesaria y poniendo el vaso en el fuego menean el azogue
y su medicina falsa con alguna vara de hierro o algún tal instrumento,
de modo que tenga fuerza para quebrar el primer suelo del vaso, y el azogue,
con la calor del fuego, se evapora y consume en humo, y las limaduras de oro
que están en el fondo y segundo suelo se funden de tal manera que los
circunstantes, por mucho que miren, son engañados, pensando que alguna
parte de azogue se convirtió e oro y que la medicina falsa es verdadera.
Otros hay que tienen dagas o varas de hierro huecas al cabo donde meten polvos
de oro y tapan el agujero con cera, y así meneando el azogue que tienen
al fuego en el crisol con dicha daga o vara, derrítese la cera, y caen
los polvos de oro en el crisol, y con el calor del fuego se funden, que es
otro género de engaño. Otros toman carbones, y haciéndoles
agujeros hechan dentro polvos de oro tapándolos con cera, y cuando el
crisol está al fuego con el azogue ponen encima de los dichos carbones,
derrítese la cera, los polvos caen y se funden, y el azogue desvanece
en humo.
Con este engaño, un bragandín hará tres años burló a
unos ciudadanos venecianos, y después, pensando engañar al Duque
de Baviera de la misma manera, descubrió el Duque su trampa y la mandó por
ello cortar la cabeza, que se ejecutó.
Para evitar estos engaños, el que quisiera hacer perfecta prueba ha
de tener vasos, carbón y otros instrumentos y materiales requisitos
suyos propios, y que el que ofrece la medicina no se allegue a ninguna de estas
cosas, y si no quiere pasar por éstos es cosa segura que hay maldad
y engaño en su intención y proceder, en esta observación
se encierran otras que muchas veces no quieren consentir los tales, que los
que están presentes vean ni toquen su medicina, sino que todo lo quieren
hacer con sus propias manos, y estos tales burladores usan algunas veces supersticiones
y palabras mágicas y con esto no se siguiendo la fuerza de Naturaleza
(sic), sino la ayuda del diablo, burlan a los que están presentes con
fantasías mágicas, y así las más veces estos mágicos
no quieren que estén presentes cuando hacen alguna prueba, personas
devotas y generalmente son pobrísimos, y estos engaños diabólicos
se pueden descubrir con agua bendita, con hacer la señal de la cruz
y con otras semejantes ceremonias santas que usa la Iglesia Católica
contra tales encantos y supersticiones; la segunda prueba es que, si por experiencia
se halla que la medicina es buena y perfecta, hase de saber si la persona que
la tiene y ofrece es autor de ella, o no, o si la ha habido de alguna otra
persona, como he declarado en el capítulo tercero de lo que me sucedió en
Londres, si quiere decir que es suya echaráse de ver la mentira o la
verdad muy presto, si el tal es pobre y pide una suma de dinero para hacer
más medicina, sin duda no puede ser sino un engañador, porque
si tiene el magisterio cumplido como dice su intención, ha de ser hacer
a otros ricos, y no enriquecer él con otro, y esta regla puede servir
para descubrir otros muchos embustes, de esta suerte, de que no hago mención
en este tratado.
Últimamente, como ya tengo declarado, la vida y proceder del filósofo
se debe muy bien considerar, porque si es muy dado a vicios es muy mala señal,
como por el contrario su intención es santa y buena, las obras darán
cuenta de su sincero y justo proceder, y conforme debe ser estimado y honrado
de reyes y príncipes, como de otra manera, si es algún embustero
debe ser muy bien castigado.
|